01

Mar

2021

Artículo de opinión

Retos del museo actual: accesibilidad y adultos mayores

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Justamente hoy, en una coyuntura de incertidumbre y dolor, la cultura debe jugar un papel que coadyuve a resistir y a reinventarnos.

Por Cristina Vargas. 01 marzo, 2021.

El 23 de diciembre pasado se publicó la ratificación de la Convención Interamericana sobre la protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (2015), lo que constituía uno de los grandes pendientes en cuanto al reforzamiento del reconocimiento y protección de los derechos fundamentales de este grupo de la población. Destaca su artículo 21, consagrado al derecho a la cultura, cuyo alcance incluye la implementación de “[…] medidas necesarias para asegurar el acceso preferencial […] en formatos y condiciones asequibles”; así como el fomento de “programas culturales”, entre otros puntos.

Ya anteriormente, la Ley N° 30490, Ley de la Persona adulta mayor (2016) reguló, en nuestro ordenamiento, diferentes aspectos vinculados a los derechos de los individuos de 60 años a más, y, entre ellos, los temas de turismo, cultura y de accesibilidad; otorgando competencias a los tres niveles de gobierno para atender la inclusión y la participación de los adultos mayores. La accesibilidad, además, es entendida en un sentido amplio, tanto vinculada a lo arquitectónico, como a la comunicación, al aspecto financiero e, incluso, al trato.

A lo señalado, podemos añadir que en julio pasado se publicó la Política Nacional de Cultura al 2030, en la cual se incide en el tema de la accesibilidad, considerándola un elemento básico para el pleno ejercicio de los derechos culturales. En el mismo documento, dicho sea de paso, ya se evidencia una realidad excluyente, al constatarse el frágil número de visitantes adultos mayores registrados en los museos nacionales.

Ahora bien, centrándonos en la institución museal, debemos coincidir en que el 2020 ha sido un año disruptivo, que nos hace reflexionar con más interés en su rol en la sociedad del presente y del futuro cercano. Las cuarentenas decretadas y la necesidad de distanciamiento social llevaron a que la actividad hacia los públicos se volcara, fundamentalmente y buena parte del año, al espacio digital. En dicha línea, vimos incrementarse el número de recorridos virtuales propuestos por nuestros museos nacionales, así como algunas actividades desde las redes sociales. Sin embargo, solo algunos escasos museos en nuestro país realizaron actividades específicas dirigidas al adulto mayor. Si a ello le sumamos, la calidad de la conectividad en el Perú, las brechas de acceso de lo digital (entre zonas urbanas y rurales, por sexo, hábito, etc.) y que, en algunos casos, los recursos digitales pueden resultar complejos en su uso, nos encontramos con una situación en la cual, quizás, no estemos alcanzando a esta población, mucho menos de forma significativa.

Así, es importante considerar la heterogeneidad de este grupo etario (en ese sentido, son interesantes los estudios de Olivera y Clausen, 2014; o el informe de Defensoría del Pueblo del 2019), con el fin de caracterizarlos –aún en su diversidad- y comprender sus complejidades y contrastes, a fin de elaborar estrategias de acción, que bien pueden ser las de mediación intergeneracional o algunas específicamente dirigida a ellos.

De igual manera, como revelan Matsuda y Herrera (2020), el impacto -digamos inicial pues el estudio se publicó en mayo pasado- de esta pandemia en la vida y salud de nuestros adultos mayores, lleva a pensar en estrategias interdisciplinarias, en donde los museos pueden jugar un rol esencial. De hecho, el 2015, la Unesco presentó la “Recomendación relativa a la protección y promoción de los museos y colecciones, su diversidad y su función en la sociedad”, que hace hincapié en el poder transformador de los museos, en la calidad de vida de los individuos y las comunidades. Entonces, ese papel social parece cobrar reforzada vigencia en la hora actual.

En la misma línea, y casi como un presagio, el 2012, la Museum Association del Reino Unido, invitaba a la reflexión sobre el papel del museo al 2020. Las conclusiones avizoran el importante rol que cumpliría en el bienestar y salud mental de los individuos. Justamente hoy, en una coyuntura de incertidumbre y dolor, la cultura debe jugar un papel que coadyuve a resistir y a reinventarnos. Y, allí, el museo resulta una pieza clave para seguir reflexionado, imaginando, construyendo un futuro más sostenible y beneficioso.

Este año del Bicentenario podría ser el de la concreción de esa mayor accesibilidad para todos, incluyendo al adulto mayor. ¿Cómo prevén nuestros museos realizarlo? He allí el reto que, con creatividad y recursos (no necesitan ser ingentes), se deben atender.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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